Levantarse y andar

Hubo una vez un poeta que aprendió a andar, incluso a correr vigorosamente, antes que casi nadie en el mundo del arte (¿hay algo más 'artístico' que escribir poesía?). Cuando tenía unos 20 años renunció a continuar, y, aunque no se detuvo de viajar y ver mundo, nunca retomó la tarea creativa que finalmente le encumbró como uno de los espíritus más extraordinarios de la humanidad.


Yo, que nada tengo que ver con ese genio (no quiero parecer insolente o altivo, a su lado siento que soy diminuto) ni con cualquier cosa que pueda ser calificada de extraordinaria, empiezo a recorrer mi camino de manera más o menos inversa a cómo lo hizo él: cumplida la edad de cerca de quince años más de la edad en la que él murió, veinte años más tarde de haber dejado los pinceles, me levanto de un letargo insoportable para ponerme a andar.


Y tal vez, tal vez... llegaré a aprender a correr un poco.


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